Tuesday, July 10, 2007

“Flema provinciana”


Advertencia preliminar: Con flema no me refiero a la mucosidad pegajosa que se arroja por la boca, procedente de las vías respiratorias, con cierta denominación de origen. Quiero más bien hablar de este raro epíteto, que por lo general se le enrostra a la pasividad y calma (hasta ahora sin igual) con que los ingleses se toman las cosas, con ese aire de superioridad, de encontrarlo todo como hediondo, con sus narices respingadas y aspecto solemne y seriedad a toda prueba. Bueno esta clasificación la hago por supuesto influenciado por malas películas y libros donde se parodian a estos flemáticos británicos, que por supuesto dista mucho de la realidad (creo).
Con toda esta introducción previa quiero llegar a unos de los mitos chilenos, que por estos tiempos está más tácito y más estúpido que nunca en nuestra forma de ser. Eso de ser los ingleses de Sudamérica, que yo atribuía a la costumbre de tomar té. Para serles franco no veía otra semejanza. Pero encontré otra actitud, igual de deformada que la del “tesito”, después de convivir con más de un centenar de sanfelipeños más de dos horas en la fila de un banco. Para hacer corta la historia, por razones X tuve la obligación de cambiar un cheque en este banco Z. Al llegar me encontré con una fila interminable, como una gran cuncuna zigzagueante de cientos de cabezas y de pies que se deslizaba con lentos movimientos peristálticos (nótese como movimiento de una babosa, lombriz, intestino grueso) Entrar por la boca de esta cuncuna y salir expulsado por su cloaca me llevó, sin exageración, dos horas y media. Pero lo más increíble de todo fue ver como las personas que constituían esta enorme cuncuna sedienta de plata, aguantaba con tanta “flema” el aburrimiento de más de 150 minutos moviéndose dos pasos cada 5 minutos. Era pura “flema provinciana”. No esa flema inglesa de nariz alzada y poto parado, era ese tipo de flema tímida, de manos en bolsillo y pateando pelusas en el suelo, resignada, aburrida, con esa mirada pseudoresentida que da la timidez, refunfuñando entre dientes como ese perro que sabe lo que es una patada en las costillas. Nadie era capaz de llamar al guardia y pedirle que gestionara otra caja para la fila de los “no clientes” que era la más lenta. La fila para clientes contaba también con dos cajas pero nunca pasaban de los 15 clientes en fila. Lo único que nos sacaba a ratos del tedio eran tres cabros chicos que se habían divisado entre las piernas del centenar cuerpos entumidos por el bochorno de la espera, que se perseguían jugando al laberinto, sin reparar seguramente en el hedor a sexo que se produce por la aglomeración de genitales a esa altura ineludible de la bendita niñez.
Era para llorar, pero nadie lloraba, era para reclamar pero nadie reclamaba. La pregunta: ¿cómo se desahogó toda esa gente? Echarían un insulto tras un volante, le pegarían una patada a un perro o al hijo, se pegarían un tiro en la cabeza?. O “es tan poderoso don dinero” que adormece la rabia una vez deslizado entre nuestros dedos. Por mi parte escribo esto para desahogarme. Sufro también de “Flema provinciana”.

1 comment:

EQUIPO REVISTA said...

jajajaj buen articulillo la forma de dsahogo es tan placentera al escribirse esa tentativa de empresa destinada al fracaso
un abrazo eh poeta