Wednesday, March 28, 2007

La Provincia de la Mente



¿Existe una literatura local? Podríamos decir, quizá no, si lo miramos desde un punto de vista estrictamente geopolítico, y sí, si lo miramos desde uno geográfico o geograficohumano. Imposible es para un escritor deshacerse de la influencia del espacio, de la geografía en que se encuentra emplazado, incluso cuando se encuentra en viaje (evitaremos la cita culta). Lógicamente tiene mucho que ver con todo: el clima, la geografía, los personajes el arraigo, las situaciones. El paisaje moldea la personalidad del ser humano y su relación social. Ahora ahí, arranca también la respuesta a otra pregunta, la mala, la buena literatura, tiene que ver cómo se trasvasija todo esto en el texto, sin que suene a lugar común. Cómo hacer un poema de mar, cómo nombrar mar, espuma, olas, barco, playa sin sonar a pastiche nerudiano, o pensar inmediatamente en el mayor puerto de Chile, como nombrar; cordillera, hornos de barros, trenes, bosques, pájaros, campo, trigo, sin sonar a pastiche tellieriano, o juvenciano.
Creo que el escritor que se quiere hacer cargo de estos elementos debe buscar un afluente hacia la esquiva creatividad para huir nadando sobre “tablas inscritas” despavorido de esos lugares comunes.
Hay literatura local que se hace cargo de estos temas desde lo local para lo local, valga la redundancia. Si es buena o no, ya es otro tema, eso se lo dejaremos a los “críticos lectores”, por mi parte, haré lo posible en no recaer en la tentación y si me toca leer algún bodrio evitaré recomendarlo, lo bueno finalmente florece solo. Ahora cada uno es libre de escribir y leer lo que le de la puta gana.
Literatura Cordillerana, porteña, villalemanina, aconcagüina, unidas jamás serán vencidas, “refritando” a Parra, o juntas serán buena difunta, quien sabe. El literato provincianoparanoico dirá: son sólo espejismos, creados por los escritores capitalinos para que nos enfrasquemos en peleas de perros huachos en busca de identidad, mientras ellos se dan la vida del oso letrado, estudiando literatura, ganando premios, entrevistándose entre ellos, incluyéndose en infladas antologías...posando para la carátula de algún disco de electropoesía...paranoia, paranoia, pura paranoia de literato autodidacta.
En gusto personal, para la edición de cualquier pastiche, prefiero el papel bond si es para la narrativa, y cuché para la poesía, sobre todo si va ilustradita.
Héroes de la literatura local... en qué lugar no los hay. Qué emplazamiento medianamente civilizado no tiene el suyo al cual dedicarle una plazoleta o calle de población neocallampa. No nombraré a mis coterráneos para no redundar, si no los conocen remítanse, al pequeño rincón de literatura local, de la biblioteca municipal donde rebosan de salud en un pequeño estante de trupán de 2x1, frente al mesón de la flemática dependiente.
Antihéroes, obviamente que también los hay, en los pueblos chicos también tenemos “underground”, lugar donde gusta pulular a estas bestias, y los hay rebuenos, pero hay que dejarlos tranquilos...al menos mientras estén vivos...por que suelen morder y transmitir su rabia purulenta. Domesticarlos imposible.
Y si alguien nos lee?, pero claro que sí, nosotros mismos, y aquí me permito una frase culta, que tiene que ver con ese castigo al que fuimos condenados quizá por soberbia, quizá por desesperados, por poco claros “No bastaría arrodillarnos bajo el látigo ni leernos en castigo por una eternidad los unos a los otros” (E.Lihn) El vaticinio Lihniano se está cumpliendo.
Ahora hay que analizar también qué pasa con aquellos que ni “leen ni escriben” y sin embargo son los verdaderos bastiones de la expresión verbal local, sea donde sea, me refiero a los oradores, a los poetas populares, nuestros cuenta chistes, los cuales no encontramos fácilmente en estos formatos y sin embargo son los que tienen buena parte de la palabra.
A los escritores de libros, aunque nos quedemos en la estrecha trinchera de lo local, nos conviene emigrar de la provincia de la mente.


Texto presentado en conversatorio “Los que no leemos en el colegio” promovido por revista “Ciudad Invisible” en San Felipe.

Thursday, March 22, 2007

EL DUDOSO ARTE DE ESCRIBIR SIN LEER





La profesión de escritor ya dejó de ser un oficio de culto. Aquel personaje bohemio, sospechosamente solitario, de vestir anacrónico, asiduo a bares y cafés, buen conversador y lector culto ya no existe. Hoy no es más que un referente capturado por la pluma sublime de sus últimos ejemplares, como el mandragoriano Teófilo Cid (conocido como el último bohemio o el “Dandi de de la miseria”) con sus crónicas “Hasta Mapocho no más”, el poeta Jorge Tellier con sus prosas publicadas en los diferentes medios escritos y antologadas póstumamente en el libro “Prosas de Jorge Tellier” o el aun vivo y coleando Jorge Edwars y su “Wisky de los poetas”, entre muchos. Donde, entre otras, se cuentan las trasnochadas anécdotas del mundo literario chileno, de mediados de siglo veinte, época de sobrevivientes y de escritores a secas.
El tema en realidad, es que la literatura, o mas bien el oficio de escribir está en una progresiva crisis de identidad. Hoy pareciera que para publicar un libro sólo se requiriese de tres cosas, una: garrapatear un promedio de cuarenta páginas. Dos: unas cuatrocientas lucas. Y tres: una enorme patudez.
La única forma de no sentir vergüenza al publicar un libro después de haber leído, a monstruos como Kafka, Dostoievsky, Wilde, Rilke o algunos de nuestro nutrido ramillete de connotados sudamericanos como a Borges, Cortazar, Parra o Lihn, por dar solo un botón de muestra, es simplemente no haberlos leído.
Y por esa gracia (no por desgracia) han proliferado una cantidad impresionante de escritores y poetas que, y repito, por gracia se han atrevido hacer público sus monótonas biografías, diarios de vidas y sus íntimos poemas de amor “inflingidos” a la musa de turno. Pero paremos un poco. La idea no es desmoralizar a los apresurados escritores que piensan que con el solo hecho de publicar un libro y venderlos por kilos a las municipalidades, amigos y compañeros de trabajo ya pueden optar al municipal o algún premio por el estilo (aunque por hoy raro no sería). La idea es todo lo contrario, incentivarlos a que lo sigan haciendo, pero siendo un poco más considerados con el gremio, o sea, se les pide enfáticamente, que escriban menos y si pueden “lean un poquito más” si es que pueden.. Una vez me tocó conversar con un poeta-escritor apresurado, que decía inflando su pecho de blanca paloma, que él “no leía para no influenciarse” ¿?.
Cuento corto y parafraseando a Teófilo Cid, “un escritor que no publica, es un escritor a medias” pero también podríamos agregar que “escritor que no lee, es simplemente alguien que sabe unir palabras y frases”. Sigamos siendo todo lo patudos que queramos, publiquemos libros por miles, pero no olvidemos que todavía hay gente que lee y le debemos respeto y que sobretodo no podemos ser tan soberbios al pensar que se puede publicar así como así (como yo esta crónica) después de enterarse que existen libros como El Proceso, Rayuela, Crimen y Castigo, Trilce, Las flores del mal o el archinombrado Quijote de la Mancha, que a propósito como dice Delibes, que “Para escribir un libro no es imprescindible conocer París ni haber leído el Quijote. Cervantes, cuando escribió el Quijote, aún no lo había leído”. Paradójicamentedivertido, claro, pero imaginemos la cantidad de libros de Caballería (entre otros) leídos por él para, además tener la “patudez” de burlarse de ellos a través del entrañable don Quijano.
Bueno, eso, leamos que sirve, y como dice la frase de campaña para el día del libro en Francia “Pajarón el que no lee”, simple, y esto lo digo (escribo) con toda la patudez y vergüenza del mundo.

Wednesday, March 21, 2007

UN PASEO POR SAN FELIPE EL (i)REAL




Cada vez decido matar el tiempo sobre mi bicicleta, siento que el lugar donde he vivido toda mi vida no es el mismo que recorrí el día anterior. El lugar muta de una manera descontrolada: ordenanza municipal, plan de regulación urbana, simple capricho empresarial o como ya no le podemos echar la culpa a Pinochet, digamos que todo es influencia de la tele y la globalización. Es increíble como brotan y crecen como yuyos; automotoras, multitiendas, supermercados (proyecto de Hipermercados), tienditas de bisutería y ropa china, liquidadoras y tiendas de plásticos (todo a luca), cibercafés y cafés con piernas (pero sin café), poblaciones de casas clonadas con patios que… para que repetirlo; o sea, es lo que hay. Está bien, algunos, si no la gran mayoría dirá, o usará los calificativos; modernidad, comodidad, oferta y demanda, libre mercado, trabajo, dinero, dinero, dinero, $. etc.. Está bien, eso no está en discusión, no se puede ir contra la corriente en el desaforado nuevo milenio. Pero sí podríamos ser un poco mas críticos ¿no creen? o lisa y llanamente no ser tan huevones.
Lo que me preocupa, y es aquí donde este “San Felipe el Real” se vuelve irreal, que a la par con la desaparición de casas antiguas, negocios, oficios, fiestas y lugares tradicionales, se ha ido perdiendo el espíritu de provincia. Y con espíritu de provincia no me refiero a los títulos de humildad e inocente picardía rayana en la patética caricatura del huaso limítrofe de una mala teleserie nacional (no se si existen las buenas), me refiero a la característica que te hace ser de un lugar o como se le llama sociológicamente hoy, “Identidad local”.
La responsabilidad, bueno, no se la achaquemos solo a las autoridades, el problema somos los mismos sanfelipeños, reconocidos como apáticos, abúlicos, gente que pulula por un pueblo que desconoce, con gente que desconoce, nada aquí parece tener gracia para nosotros, entonces importamos costumbres, diversiones, jerigonza, grandes almacenes con ropas y artículos en serie, importamos cultura, ¿por que no?, si todo así es + BKN (cuando terminé esta frase esbocé una leve mueca de asco) No será mejor irse de aquí. Muchos lo hacen.
En definitiva, suma y sigue, esta es solo una mosca en la bosta, San Felipe si se recorre con los ojos bien abiertos (ojalá con la inmejorable perspectiva bicicletera) puede sorprender o aterrar en sus contrastes, ningún lugar está tan muerto por mucho olor a podrido que despida.