Thursday, October 16, 2008

Músico de la Corte de Felipe Moncada Mijic


Músico de la Corte de Felipe Moncada Mijic
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UNA “COMEDIETA DEL ARTE”

Esta cuarta entrega individual de Felipe Moncada Mijic (nacido en Quellón 1973 pero conocido como parte de la cofradía de poetas “inubicables” de San Felipe, V reg.cordillera) representa quizá, algo siempre codiciado por los noveles rufianes de la literatura: la madurez de un lenguaje propio. Riesgoso sí, para un poeta joven por la tentación a larga de copiarse a sí mismo, cosa que en este autor, dueño de una imaginación y por que no decirlo de una lucidez envidiable, está lejos de ser así.
Así bien lo demuestra Felipe en este “Músico de la Corte” (Ed. Fuga 2008) siguiendo como en sus 4 libros anteriores (Irreal 2004; Carta de Navegación 2006; Río Babel 2007; Salones (plaquette 2008)) con esa certera puntería para captar las imágenes más inverosímiles, con esa atención a los detalles nimios que Moncada convierte, pasándolos por el tamiz invertido del “neobarroco”, en imágenes perturbadoramente bellas y con una carga simbólica que raramente dejan un hueco sin intención y tensión en la lectura.
Felipe se introduce en este caso, en el trillado y a veces snob mundo del arte (con músico y música por excusa) sobre todo del calificado como “neovanguardismo”, al que tanto adhiere como critica el autor en este libro (léase por ejemplo el poema Historia del amor entre los agujeros de la flauta y los dedos del pianista (1) ) dándole la palabra a un músico-poeta-bufón destemplado e irónico que escarba en este sórdido mundo lleno de espejos cóncavos y convexos, una gran Corte o prostíbulo imperial donde se encuentran enclaustrados todos los personajes de esta especie de “comedieta del arte”.
Este libro, que a primera vista se podría decir que está hecho de retazos, de “flashes” dictados por un inconsciente tan lúdico como cruel, está compuesto con la precisión de un relojero, entremezclado en un amasijo singular de creatividad desopilante y experiencia concreta, que hace “sentir” al lector una experiencia (valga la redundancia) parecida a la que se aprecia cundo se enfrenta alguna lectura de Kafka, “traducidas habitualmente en paradojas o en esas parábolas enigmáticas que provocan un sentimiento de inquietud”, más parecido a un escalofrío.
Esto último considero importante recalcar a la hora en que los aguafiestas de turno puedan calificar su lectura de gélida y sin sentimientos (ausente de sentimentalismo). Aquí no hay desbordes de un “yo” víctima de las vicisitudes de la vida, ni un sentimentalismo egocentrista, ni añoranzas de un pasado “siempre presente” como fotografía sepia, bella, pero tiesa y maqueteada.
Este no es un lenguaje romanticón, ni sonido gutural de vísceras llenas de pipeño, se trata más bien del desollamiento de un cuerpo, de una realidad siempre en movimiento, cambiando de piel, cuyo interior es más inquietante de lo que a simple vista podría percibir el distraído peatón-televidente-lector. Repito, no tiene que ver con la “sensiblería”, tiene que ver con las “sensaciones” provocadas por esa mezcla de sensibilidad, humor e inteligencia que entregan estas imágenes en apariencia irreales, pero que encarnan el paradigma de un cuerpo social, histórico y cultural concreto, por ejemplo el de nuestro “Chile soñado a palos” en palabras del autor.
Por otro lado podríamos también hablar de otro ingrediente que enjundia esta carbonada. Se trata más bien de un juego que sabe bien jugar este homo ludens. Hablo del escamoteo itinerante con el lenguaje propio de las ciencias, (matemáticas, física, astronomía, botánica) que casi en un experimento alquímico Moncada mezcla con la variopinta y contrahecha vida en torno al arte, que por supuesto no está en contrasentido con la vida práctica o burguesa, “como cagar o tirarse peos” (Parra) y explicar finalmente la teoría del caos.
Es así como este músico y Cia. Interactúan sus escenas caóticas, tan parecidas a la realidad como los sueños, en escenarios rotativos donde personajes como los “archipacos”, “gendarmes”, “putas”, “concejales”, “duques”, “diucas”, “pornodoncellas”, “dueños de botillerías” y “cartoneros de la comarca” arman una galería de seres travestidos mostrando aquí su cara más turbia, tanto como su costado mas quebradizo, tornando esta partitura en un réquiem para un mundo absurdo donde abunda la tontera, la ineficiencia y el desprecio al talento. Convirtiéndose así este no-discurso, en parábola para evidenciar la falta de tino y reflexión para ver y decodificar lo que hay detrás de tanto maquillaje y cortina de humo.
Este músico-aedo es también una especie de luthier-pánico fabricante de sus propios instrumentos “neobarrocos”, piezas de artillería musical, tortura o libro de poesía que quizá sólo aspiren a tocar la vibración del silencio, interpretar la “musiquilla de las pobres esferas”, de las máquinas o las cañerías del desagüe. Sin embargo, por autocrítica o víctima de su propio humor negro, el artista aquí representado, e indefinido por defecto, termina siempre estrellando sus aparejos constantes y sonantes sobre la propia cabeza o el espinazo más próximo, en un acto no de soberbia de payaso callejero diría yo, o payaso rematado, como diría Moncada, “que viven como si los semejantes fueran un público, y no un prójimo”, sino para hacer vibrar (y ojala zumbar) la cuerda de la imaginación, el rigor creativo y la humanidad. O sea todo lo contrario del tedio y el snobismo. Darse cuenta sigue y seguirá siendo gratis.

(1)Historia de Amor Entre los Agujeros de la Flauta
y los Dedos del Pianista

Neobarroco y neodadá
tensan el musical antibíblico
uniendo el final de la cuerda
al núcleo del terremoto.

Jotes, galanas, putos y doncellas
mueven las manos en el jardín
de tal manera
que dirigen una orquesta imaginaria.

Yo espero mi turno
para soplar una flauta de termitas
una escopeta de lujo
una cerbatana para clavar el hipocentro.

Más ahí aparece un teórico de palacio
y dice:

Consideremos que neodadá
se comporta con densidad
sodomítica, de tal manera
que neobarroco se abanica
con la frecuencia del protón.

Consideremos también
que cualquier melodía
caerá tarde o temprano
cambiando el curso de la tragedia.

Eso dijo y cambió la cosa
Pues payaso y payasa no se vieron más
Vacía para siempre la flauta horaria.

Wednesday, June 11, 2008

“Caja Negra” de Álvaro Bisama


¿APOPCALIPSIS DE LA NOVELA
O
NOVELA APOPCALIPTICA?


Quizá este libro pudo ser escrito a la usanza Rayuela, con otra sugerencia de re-orden de capítulos para (des)orientar a sus posibles lectores, o mejor una especie de cubo rubik... Quizá este libro, pudo ser un artefacto, realmente una caja negra o de Pandora con títeres zombis, prótesis dentales de vampiro, vísceras de chancho, Gillettes sueltas, VHS y cuartillas en desorden donde poder elegir al azar los capítulos y así obtener variaciones al voleo del mismo texto... Quizá este libro debió ser una novela gráfica, una bomba de tiempo...Quizá este libro pudo ser un ladrillo para la ampliación de la casa patronal abandonada u hotel en desuso de la novela chilena, donde redactarán “rayaduras” los hijos putativos del postboom latinoamericano... Quizá este libro es todo lo anterior, o nada de eso. Simplemente el libro que quiso escribir Álvaro Bizama.
Todo esto y más o menos es Caja Negra (Bruguera 2006), CN de aquí en adelante, primera novela de este escritor y crítico literario (El Come Libros, Revista de libros del Mercurio) que se cuela por un Chile centro tan real como irreal, visto por personajes casi imposibles para el plano imaginario chileno.
Familias singulares: La familia de inmigrantes Mori, con un padre dueño de una librería y aficionado a la fotografía porno que engendra un par de gemelos que se convertirán en los cineastas de culto de un inexistente cine gore chileno en medio de la “época de oro” de la cultura chilena...Otra: Un famoso roquero del glam nacional que se ha teñido sesenta y siete veces el pelo con más de cuarenta y tantas combinaciones de colores, y su padre, profesor y especie de gurú neonazi que se toma una facultad de teología con seguidores al rape que se comunican con sectas milenaristas suicidas de Estados Unidos a principios de los noventa...Otra: Una actriz fetiche de telenovelas chilenas y su hijo también actor y cantante de baladas románticas que asesina a groopies en sangrientos rituales. Una familia de enanos que domestica cocodrilos como si fueran Pit Bull falderos.
Todo es apo(p)calíptico y disperso en CN, su estructura y barroquismo me recordó a los poetas chilenos eruditos del pop de los 80’ como Lira, Maquieira, Harris... pero esto es narrativa, una especie de documental no se sabe si de los sobrevivientes, los instigadores o los agoreros de una catástrofe que es más insinuada que real.
Sobre esta supuesta catástrofe, una suerte de vaso comunicante se hilvana entre el primer capítulo, donde un taxista milenarista le comenta a un par de productores de películas gore, en un viaje al centro de santiago, una teoría de realidades paralelas y como el espacio se encoge haciendo que los universos se entrecrucen terminando todo en caos y mezcolanza, una especie de teoría mística de la globalización universal, todo antes de que al bajarse del taxi estalle una bomba… y el personaje Takeshi Osu, músico pop japonés, que mezcla música basura y letras apocalípticas, una especie de sincretismo entre Roger Waters, Mr Doctor (Devil Doll) y René de la Vega...música que recorre casi todos los capítulos como la banda sonora del libro y, Osu, como el héroe de músicos freak y asesinos en serie, personaje situado en la novela como si fuera un DJ apócrifo mezclando las historias sin saberlo... como un anticristo pop...por último más bombas. O la misma.
Toda esta danza macabra que produce Bizama, con más aciertos que desaciertos (sentí un pequeño exceso en el diccionario del cine b chileno) es como una danza butoh de una realidad paralela, que sólo es clara en la cabeza de este escritor pasado de revoluciones y neurótico a veces, una canícula bizarra que aparece si sólo se logra leerla raspando con espátula, una realidad que tampoco difiere de la que todos percibimos a medias, claro que es una realidad b como ese cine que pocos ven y todos comentan.
CN es, entre otras cosas, una gran metáfora negra de la grandiosa cagada que nos vienen repitiendo agoreros desde que el mundo es mundo... de ese fin que nadie cree de tanto verlo por la tele... pero Bisama es una especie agorero postmo, divertido, un fanático de la imaginación y la cultura pop y suburbana, dueño de una creatividad que tanto se echa de menos en los tiempos que corren. Confieso que me desternillé de risa cuando cerré el libro después del capitulo cero (de 13 capítulos enumerados en cuenta regresiva -como una bomba de tiempo-) pero no sin que me recorriera un sentimiento de desolación, un escalofrío esperanzador por el espinazo. A lo Baudelaire… “un oasis de horror en medio de un desierto de tedio”.

Nota: Llama además la atención un capítulo, que si acierto, podría ser un homenaje-parodia al Poeta Juan Luís Martínez (coterráneo atemporal de Bizama) poeta o narrador oblicuo, autor de la “La Nueva Novela”, libro apócrifo, de culto, que no es novela, es poesía, que es fragmento, que es imagen, objeto, mamotreto de física cuántica, el libro que Juan Luís Martinez quiso escribir... En CN es la historia de un escritor albino de novela negra de la UP retirado en algún rincón de VI región, que se dedica a escribir poesía tarjando palabras...en fin...toda esta mezcla en definitiva es entretenida, bien cuidada. No sé si detrás de este proyecto hay más pretensiones que las obvias, siempre existe la posibilidad, por eso hay que desconfiar de los escritores, pero “Funciona” y bien, como diría el propio Bizama, ¿o Bolaño?