Thursday, March 22, 2007

EL DUDOSO ARTE DE ESCRIBIR SIN LEER





La profesión de escritor ya dejó de ser un oficio de culto. Aquel personaje bohemio, sospechosamente solitario, de vestir anacrónico, asiduo a bares y cafés, buen conversador y lector culto ya no existe. Hoy no es más que un referente capturado por la pluma sublime de sus últimos ejemplares, como el mandragoriano Teófilo Cid (conocido como el último bohemio o el “Dandi de de la miseria”) con sus crónicas “Hasta Mapocho no más”, el poeta Jorge Tellier con sus prosas publicadas en los diferentes medios escritos y antologadas póstumamente en el libro “Prosas de Jorge Tellier” o el aun vivo y coleando Jorge Edwars y su “Wisky de los poetas”, entre muchos. Donde, entre otras, se cuentan las trasnochadas anécdotas del mundo literario chileno, de mediados de siglo veinte, época de sobrevivientes y de escritores a secas.
El tema en realidad, es que la literatura, o mas bien el oficio de escribir está en una progresiva crisis de identidad. Hoy pareciera que para publicar un libro sólo se requiriese de tres cosas, una: garrapatear un promedio de cuarenta páginas. Dos: unas cuatrocientas lucas. Y tres: una enorme patudez.
La única forma de no sentir vergüenza al publicar un libro después de haber leído, a monstruos como Kafka, Dostoievsky, Wilde, Rilke o algunos de nuestro nutrido ramillete de connotados sudamericanos como a Borges, Cortazar, Parra o Lihn, por dar solo un botón de muestra, es simplemente no haberlos leído.
Y por esa gracia (no por desgracia) han proliferado una cantidad impresionante de escritores y poetas que, y repito, por gracia se han atrevido hacer público sus monótonas biografías, diarios de vidas y sus íntimos poemas de amor “inflingidos” a la musa de turno. Pero paremos un poco. La idea no es desmoralizar a los apresurados escritores que piensan que con el solo hecho de publicar un libro y venderlos por kilos a las municipalidades, amigos y compañeros de trabajo ya pueden optar al municipal o algún premio por el estilo (aunque por hoy raro no sería). La idea es todo lo contrario, incentivarlos a que lo sigan haciendo, pero siendo un poco más considerados con el gremio, o sea, se les pide enfáticamente, que escriban menos y si pueden “lean un poquito más” si es que pueden.. Una vez me tocó conversar con un poeta-escritor apresurado, que decía inflando su pecho de blanca paloma, que él “no leía para no influenciarse” ¿?.
Cuento corto y parafraseando a Teófilo Cid, “un escritor que no publica, es un escritor a medias” pero también podríamos agregar que “escritor que no lee, es simplemente alguien que sabe unir palabras y frases”. Sigamos siendo todo lo patudos que queramos, publiquemos libros por miles, pero no olvidemos que todavía hay gente que lee y le debemos respeto y que sobretodo no podemos ser tan soberbios al pensar que se puede publicar así como así (como yo esta crónica) después de enterarse que existen libros como El Proceso, Rayuela, Crimen y Castigo, Trilce, Las flores del mal o el archinombrado Quijote de la Mancha, que a propósito como dice Delibes, que “Para escribir un libro no es imprescindible conocer París ni haber leído el Quijote. Cervantes, cuando escribió el Quijote, aún no lo había leído”. Paradójicamentedivertido, claro, pero imaginemos la cantidad de libros de Caballería (entre otros) leídos por él para, además tener la “patudez” de burlarse de ellos a través del entrañable don Quijano.
Bueno, eso, leamos que sirve, y como dice la frase de campaña para el día del libro en Francia “Pajarón el que no lee”, simple, y esto lo digo (escribo) con toda la patudez y vergüenza del mundo.

1 comment:

paula said...

a leer mierda...y a escribir, gracias por el consejo pero no sale nada de esta mano de manco...