Thursday, October 16, 2008

Músico de la Corte de Felipe Moncada Mijic


Músico de la Corte de Felipe Moncada Mijic
[Photo]
UNA “COMEDIETA DEL ARTE”

Esta cuarta entrega individual de Felipe Moncada Mijic (nacido en Quellón 1973 pero conocido como parte de la cofradía de poetas “inubicables” de San Felipe, V reg.cordillera) representa quizá, algo siempre codiciado por los noveles rufianes de la literatura: la madurez de un lenguaje propio. Riesgoso sí, para un poeta joven por la tentación a larga de copiarse a sí mismo, cosa que en este autor, dueño de una imaginación y por que no decirlo de una lucidez envidiable, está lejos de ser así.
Así bien lo demuestra Felipe en este “Músico de la Corte” (Ed. Fuga 2008) siguiendo como en sus 4 libros anteriores (Irreal 2004; Carta de Navegación 2006; Río Babel 2007; Salones (plaquette 2008)) con esa certera puntería para captar las imágenes más inverosímiles, con esa atención a los detalles nimios que Moncada convierte, pasándolos por el tamiz invertido del “neobarroco”, en imágenes perturbadoramente bellas y con una carga simbólica que raramente dejan un hueco sin intención y tensión en la lectura.
Felipe se introduce en este caso, en el trillado y a veces snob mundo del arte (con músico y música por excusa) sobre todo del calificado como “neovanguardismo”, al que tanto adhiere como critica el autor en este libro (léase por ejemplo el poema Historia del amor entre los agujeros de la flauta y los dedos del pianista (1) ) dándole la palabra a un músico-poeta-bufón destemplado e irónico que escarba en este sórdido mundo lleno de espejos cóncavos y convexos, una gran Corte o prostíbulo imperial donde se encuentran enclaustrados todos los personajes de esta especie de “comedieta del arte”.
Este libro, que a primera vista se podría decir que está hecho de retazos, de “flashes” dictados por un inconsciente tan lúdico como cruel, está compuesto con la precisión de un relojero, entremezclado en un amasijo singular de creatividad desopilante y experiencia concreta, que hace “sentir” al lector una experiencia (valga la redundancia) parecida a la que se aprecia cundo se enfrenta alguna lectura de Kafka, “traducidas habitualmente en paradojas o en esas parábolas enigmáticas que provocan un sentimiento de inquietud”, más parecido a un escalofrío.
Esto último considero importante recalcar a la hora en que los aguafiestas de turno puedan calificar su lectura de gélida y sin sentimientos (ausente de sentimentalismo). Aquí no hay desbordes de un “yo” víctima de las vicisitudes de la vida, ni un sentimentalismo egocentrista, ni añoranzas de un pasado “siempre presente” como fotografía sepia, bella, pero tiesa y maqueteada.
Este no es un lenguaje romanticón, ni sonido gutural de vísceras llenas de pipeño, se trata más bien del desollamiento de un cuerpo, de una realidad siempre en movimiento, cambiando de piel, cuyo interior es más inquietante de lo que a simple vista podría percibir el distraído peatón-televidente-lector. Repito, no tiene que ver con la “sensiblería”, tiene que ver con las “sensaciones” provocadas por esa mezcla de sensibilidad, humor e inteligencia que entregan estas imágenes en apariencia irreales, pero que encarnan el paradigma de un cuerpo social, histórico y cultural concreto, por ejemplo el de nuestro “Chile soñado a palos” en palabras del autor.
Por otro lado podríamos también hablar de otro ingrediente que enjundia esta carbonada. Se trata más bien de un juego que sabe bien jugar este homo ludens. Hablo del escamoteo itinerante con el lenguaje propio de las ciencias, (matemáticas, física, astronomía, botánica) que casi en un experimento alquímico Moncada mezcla con la variopinta y contrahecha vida en torno al arte, que por supuesto no está en contrasentido con la vida práctica o burguesa, “como cagar o tirarse peos” (Parra) y explicar finalmente la teoría del caos.
Es así como este músico y Cia. Interactúan sus escenas caóticas, tan parecidas a la realidad como los sueños, en escenarios rotativos donde personajes como los “archipacos”, “gendarmes”, “putas”, “concejales”, “duques”, “diucas”, “pornodoncellas”, “dueños de botillerías” y “cartoneros de la comarca” arman una galería de seres travestidos mostrando aquí su cara más turbia, tanto como su costado mas quebradizo, tornando esta partitura en un réquiem para un mundo absurdo donde abunda la tontera, la ineficiencia y el desprecio al talento. Convirtiéndose así este no-discurso, en parábola para evidenciar la falta de tino y reflexión para ver y decodificar lo que hay detrás de tanto maquillaje y cortina de humo.
Este músico-aedo es también una especie de luthier-pánico fabricante de sus propios instrumentos “neobarrocos”, piezas de artillería musical, tortura o libro de poesía que quizá sólo aspiren a tocar la vibración del silencio, interpretar la “musiquilla de las pobres esferas”, de las máquinas o las cañerías del desagüe. Sin embargo, por autocrítica o víctima de su propio humor negro, el artista aquí representado, e indefinido por defecto, termina siempre estrellando sus aparejos constantes y sonantes sobre la propia cabeza o el espinazo más próximo, en un acto no de soberbia de payaso callejero diría yo, o payaso rematado, como diría Moncada, “que viven como si los semejantes fueran un público, y no un prójimo”, sino para hacer vibrar (y ojala zumbar) la cuerda de la imaginación, el rigor creativo y la humanidad. O sea todo lo contrario del tedio y el snobismo. Darse cuenta sigue y seguirá siendo gratis.

(1)Historia de Amor Entre los Agujeros de la Flauta
y los Dedos del Pianista

Neobarroco y neodadá
tensan el musical antibíblico
uniendo el final de la cuerda
al núcleo del terremoto.

Jotes, galanas, putos y doncellas
mueven las manos en el jardín
de tal manera
que dirigen una orquesta imaginaria.

Yo espero mi turno
para soplar una flauta de termitas
una escopeta de lujo
una cerbatana para clavar el hipocentro.

Más ahí aparece un teórico de palacio
y dice:

Consideremos que neodadá
se comporta con densidad
sodomítica, de tal manera
que neobarroco se abanica
con la frecuencia del protón.

Consideremos también
que cualquier melodía
caerá tarde o temprano
cambiando el curso de la tragedia.

Eso dijo y cambió la cosa
Pues payaso y payasa no se vieron más
Vacía para siempre la flauta horaria.

Wednesday, June 11, 2008

“Caja Negra” de Álvaro Bisama


¿APOPCALIPSIS DE LA NOVELA
O
NOVELA APOPCALIPTICA?


Quizá este libro pudo ser escrito a la usanza Rayuela, con otra sugerencia de re-orden de capítulos para (des)orientar a sus posibles lectores, o mejor una especie de cubo rubik... Quizá este libro, pudo ser un artefacto, realmente una caja negra o de Pandora con títeres zombis, prótesis dentales de vampiro, vísceras de chancho, Gillettes sueltas, VHS y cuartillas en desorden donde poder elegir al azar los capítulos y así obtener variaciones al voleo del mismo texto... Quizá este libro debió ser una novela gráfica, una bomba de tiempo...Quizá este libro pudo ser un ladrillo para la ampliación de la casa patronal abandonada u hotel en desuso de la novela chilena, donde redactarán “rayaduras” los hijos putativos del postboom latinoamericano... Quizá este libro es todo lo anterior, o nada de eso. Simplemente el libro que quiso escribir Álvaro Bizama.
Todo esto y más o menos es Caja Negra (Bruguera 2006), CN de aquí en adelante, primera novela de este escritor y crítico literario (El Come Libros, Revista de libros del Mercurio) que se cuela por un Chile centro tan real como irreal, visto por personajes casi imposibles para el plano imaginario chileno.
Familias singulares: La familia de inmigrantes Mori, con un padre dueño de una librería y aficionado a la fotografía porno que engendra un par de gemelos que se convertirán en los cineastas de culto de un inexistente cine gore chileno en medio de la “época de oro” de la cultura chilena...Otra: Un famoso roquero del glam nacional que se ha teñido sesenta y siete veces el pelo con más de cuarenta y tantas combinaciones de colores, y su padre, profesor y especie de gurú neonazi que se toma una facultad de teología con seguidores al rape que se comunican con sectas milenaristas suicidas de Estados Unidos a principios de los noventa...Otra: Una actriz fetiche de telenovelas chilenas y su hijo también actor y cantante de baladas románticas que asesina a groopies en sangrientos rituales. Una familia de enanos que domestica cocodrilos como si fueran Pit Bull falderos.
Todo es apo(p)calíptico y disperso en CN, su estructura y barroquismo me recordó a los poetas chilenos eruditos del pop de los 80’ como Lira, Maquieira, Harris... pero esto es narrativa, una especie de documental no se sabe si de los sobrevivientes, los instigadores o los agoreros de una catástrofe que es más insinuada que real.
Sobre esta supuesta catástrofe, una suerte de vaso comunicante se hilvana entre el primer capítulo, donde un taxista milenarista le comenta a un par de productores de películas gore, en un viaje al centro de santiago, una teoría de realidades paralelas y como el espacio se encoge haciendo que los universos se entrecrucen terminando todo en caos y mezcolanza, una especie de teoría mística de la globalización universal, todo antes de que al bajarse del taxi estalle una bomba… y el personaje Takeshi Osu, músico pop japonés, que mezcla música basura y letras apocalípticas, una especie de sincretismo entre Roger Waters, Mr Doctor (Devil Doll) y René de la Vega...música que recorre casi todos los capítulos como la banda sonora del libro y, Osu, como el héroe de músicos freak y asesinos en serie, personaje situado en la novela como si fuera un DJ apócrifo mezclando las historias sin saberlo... como un anticristo pop...por último más bombas. O la misma.
Toda esta danza macabra que produce Bizama, con más aciertos que desaciertos (sentí un pequeño exceso en el diccionario del cine b chileno) es como una danza butoh de una realidad paralela, que sólo es clara en la cabeza de este escritor pasado de revoluciones y neurótico a veces, una canícula bizarra que aparece si sólo se logra leerla raspando con espátula, una realidad que tampoco difiere de la que todos percibimos a medias, claro que es una realidad b como ese cine que pocos ven y todos comentan.
CN es, entre otras cosas, una gran metáfora negra de la grandiosa cagada que nos vienen repitiendo agoreros desde que el mundo es mundo... de ese fin que nadie cree de tanto verlo por la tele... pero Bisama es una especie agorero postmo, divertido, un fanático de la imaginación y la cultura pop y suburbana, dueño de una creatividad que tanto se echa de menos en los tiempos que corren. Confieso que me desternillé de risa cuando cerré el libro después del capitulo cero (de 13 capítulos enumerados en cuenta regresiva -como una bomba de tiempo-) pero no sin que me recorriera un sentimiento de desolación, un escalofrío esperanzador por el espinazo. A lo Baudelaire… “un oasis de horror en medio de un desierto de tedio”.

Nota: Llama además la atención un capítulo, que si acierto, podría ser un homenaje-parodia al Poeta Juan Luís Martínez (coterráneo atemporal de Bizama) poeta o narrador oblicuo, autor de la “La Nueva Novela”, libro apócrifo, de culto, que no es novela, es poesía, que es fragmento, que es imagen, objeto, mamotreto de física cuántica, el libro que Juan Luís Martinez quiso escribir... En CN es la historia de un escritor albino de novela negra de la UP retirado en algún rincón de VI región, que se dedica a escribir poesía tarjando palabras...en fin...toda esta mezcla en definitiva es entretenida, bien cuidada. No sé si detrás de este proyecto hay más pretensiones que las obvias, siempre existe la posibilidad, por eso hay que desconfiar de los escritores, pero “Funciona” y bien, como diría el propio Bizama, ¿o Bolaño?

Tuesday, September 11, 2007

Desde “La recta provincia”



En una conversación con fulana, bella y honesta señora por cierto, fiel seguidora de culebrones venezolanos y las nuevas apuestas de nuestros chilenos canales, me hablaba sobre “esa cosa” llamada “La Recta Provincia” (Raúl Ruiz). “La vi, pero no la entendí, oye”. Paso seguido habló extensamente de los “bailes chinos” (cofradía de Calle Ortiz) y de las mesetas de los Baños del Parrón y el Orolonco que se habían visto en uno de los capítulos. Asimismo, motivado quizá por el entusiasmo dispensado, terminamos hablando de brujos y tuetués (martes hoy, martes mañana, martes toda la semana) que tanto se ven por esos lares de Putaendo. “A lo mejor eso quiso mostrar el caballero de la Recta...”, dijo.
Cierto, tal vez la gran mayoría de quienes lograron permanecer despiertos para ver esta apuesta de TVN, sepa sólo de oídos sobre este director chileno radicado en Francia, sobre sus premios internacionales y algunos filmes que han dado que hablar en la “alta farándula”, como llama Ruiz al mundo cultural chileno snob. Pero cabe recordar cintas ya clásicas como Palomita Blanca y Tres Tristes Tigres, quizá no lo más granado de este autor, pero sí lo más conocido por nosotros, los televidentes sin mucho acceso a cineartes.
Ahora, no es complicado hacerse la idea de que la forma de filmar de Ruiz, que se mueve por el subjetivo mundo de lo onírico y surrealista, al más puro estilo “vanguardia europea”, dista mucho del modelo obsesionado del “conflicto central” norteamericano, a la manera de “Duro de matar”. Los que esperaban eso, seguro se decepcionaron de Ruiz.
Con respecto a esto, los que han tenido ocasión de escuchar o leer los relatos y cuentos que son parte de los mitos del campo chileno, darán crédito a la forma de filmar de este autor audiovisual. En esa mitología abundan relatos absurdos y fantásticos, como el del burro que vuela con la ayuda de unos sacos cargados de tórtolas o el del cóndor atravesado por una rama de membrillo, que cada verano pasa volando con la rama cargada de frutos, o el medio surrealista “Niño de la escopeta” de Ernesto Montenegro, que emprende viaje en compañía de extraños personajes. Incluso tenemos mitos periodísticos semirurales, como el famoso culebrón del cementerio municipal de San Felipe. Con estos antecedentes, no cabe extrañarse entonces con cuatreros sin lágrimas, vírgenes irónicas, diablos que comen corderos que resucitan desde sus propios huesos, o brujos cojos caminando en reversa, gritando a la manera poética del “non serviam” de Huidobro, “No te serviremos madre naturaleza”.
Con el merecido respeto que se merecen tanto los tradicionales escritores, pintores, músicos y artistas que dieron a luz destacados obras del “criollismo” chileno, después de la perspectiva de artistas como el clan Parra (con Violeta y Nicanor a la cabeza) el campo nunca más fue lo mismo, o se miró de la misma forma. No es que éstos lo hayan cambiado, sino que realmente lo “leyeron” y lo interpretaron a través de esa mirada ecléctica y entendiendo ese sincretismo, ese “ni chicha ni limoná”, tan característico de este pueblo mixturado, mestizo. Aunque insistamos majaderamente en el recuerdo bucólico que nunca vivimos, no hay que olvidar que el mundo gira, y tic tac por medio, el campo es un gran llano en llamas en peligro de convertirse en pueblo fantasma o en urbe patrimonial, como escenografía de película spaghetti werstern con fachadas de casas sin alma. O como dice un amigo, esto es Chile, huasos arreando ganado en bicicleta, el campesino que interrumpe la cosecha de duraznos para hablar por celular con el agrónomo de turno en la exportadora, o el patrón de fundo que hace bautizar con agua bendita su nueva 4x4. De ahí a que “La Recta Provincia” se compleja, es una bicoca.

Monday, July 30, 2007

Tentativas para un árbol trunco


Para transfigurarse y no seguir siendo per sécula el chozno de una tribu sin memoria, X decidió involucrarse en un proyecto que considerando la distancia de una familia mas bien inculta, no soportaba, o no soportaría en este caso, la invectiva de un ejercicio de memoria que ni siquiera él, el avanzado, podría sobrellevar.
Sin intención de moverse más allá donde la baja moral de este núcleo se lo permitiera, zanjó las ideas fuerzas que le permitieran introducirse en las nervaduras de un árbol donde él precisamente era uno de los últimos vástagos clorofílicos.
Su padre, por ejemplo, ostentó en algún momento el cargo de caporal de establo en los corrales del sempiterno Regimiento de “Los Cóndores”, en su pueblo natal, donde además vagó por oficios de poca monta, que los oficiales a su cargo le ofrecían por su docilidad ante el mando. Solía hacerse cargo además de la comilona de los bailongos sabatinos, preparando fondos de “chancho al jugo” o las discadas de cocimientos de mariscos, que por lo demás lo llenaba de orgullo, sobre todo cuando al son de la borrachera, alguno de los “clases” le dedicaba un brindis para celebrar su buena mano, a lo que el improvisado cocinero rechazaba cualquier intento de invitación a brindar en un ademán de falsa modestia, esperando siempre fiel al término de la fiesta para recoger, lavar y tomar los conchos de wisky que quedaban sobre los mesones y engullir con fruición los restos de carnes y cochambre que quedaban a la deriva en los gelatinosos fondos y discos.
Esto por supuesto, X no lo descubrió en los interrogatorios hechos a los ancianos de la familia; primero, por que su imaginación, aunque no del todo desbordante, le permitía, al menos, hilar retazos de historias cosechadas al boleo en las fiestas familiares. Por otro lado, su familia no se caracterizaba precisamente por su longevidad. Su abuelo, por ejemplo, perdió la vida en su lecho con su cuerpo disminuido por una diabetes que ha esa altura ya se había cobrado con el 40% del cuerpo, a los 52 años, cuando X sólo tenía 11. Teniendo además que visitarlo los domingos y pasar los 10 minutos obligatorios sentados junto a sus hermanos en el espacio que dejaba a los pies de la cama la falta de sus dos extremidades que no eran más que dos muñones sanguinolentos.
El recuerdo que X tiene de la muerte, gravita precisamente en imágenes de su primera niñez, algo difusas por lo demás, lo que no lo convence aun de la realidad corpórea de aquel recuerdo, si realmente aquellas fragmentadas imágenes corresponden al hecho sangriento que lo ha vuelto, aunque no lo sabe, algo insensible ante los decesos de sus cercanos y, a plantearse la muerte como algo determinado, sin mayores misterios ni misticismos.
Lo que mantiene de aquel difuso suceso son principalmente gritos que se entremezclan con risas, retos y mucho movimiento. Finalmente como producto de una laguna mental, la siguiente imagen siempre lo transporta fuera del patio de entrada a su casa mirando por una rendija del viejo portón de madera hasta el fondo del largo pasillo, que no era más que un patio de antiguas baldosas en tablero de ajedrez. Al término del pasillo se veía la mitad de una “arteza” de concreto, iluminada por una sucia lámpara de campana (circundada por zancudos y mariposas nocturnas) que sólo alumbraba directamente el tercio superior de una cabra de color blanco manipatiatada a la cual le cruzaban la yugular con el movimiento certero de un gran cuchillo gastado de tanto ser afilado, mientras un desesperado balar se iba apagando en medio de un sonido de gárgaras de sangre y el chisporroteo del líquido cayendo en una hoya de aluminio, ¡paf! Fin de la imagen.

Tuesday, July 17, 2007

Fragmentos de una decepción en tránsito


En esta nueva confusión de Babel solemos olvidar nuestro origen, a que nos debemos, como es que esta ciudad se convirtió en lo que es, sea una ciudad próspera o simplemente una bazofia de pueblo, un simulacro de urbe mal habida, u ostentosa torre con cimiento de arenas movedisas. Sea lo que sea, eso dependerá del punto de vista del que se mire.

Miramos el fenómeno “transantiago” como algo de años luz de nuestra realidad, pero las ciudades cambian lamentablemente por el simple capricho de algunos pocos, que especulan con el futuro esplendor de nuestra historia, del suelo que pisamos. Que no funcione este monstruoso proyecto, no es sólo cosa de pesos, somos sudamericanos y mejor aun chilenos (sin afán nacionalista) el tema es que no nos pueden convertir en europeos o norteamericanos con tratamientos de electroshock. Para la risa es ver a políticos con cara de situación pidiendo por favor “no colarse por la puerta de atrás, siendo que esa clase fue la que instauró esta maña en nuestra indosincracia.

Volviendo al valle (San Felipe), lo seguro, y esto es un mal general de provincia con ínfulas de “city luz”, no nos gusta mirar atrás, como si eso fuese ser retrogrado, antimoderno y aceptamos los cambios a la velocidad de la luz, sin críticas, nos convertimos cada vez más en la muda imagen en blanco y negro de “Tiempos Modernos” de Chaplin, donde se transpone la imagen de un grupo de obreros entrando a una fábrica con otra de un grupo de corderos entrando a un corral… es una mera actualísima imagen…nada de ficción…ni imagen del recuerdo para programa mamón de comerciales y cantantes que se los llevó la ola.

Me perdonarán algunos sindicatos obreros por la comparación previa…pero si piden aumentos de sueldo, ojala sea para dignificar a la familia trabajadora, pagar los estudios de sus hijos, arreglar sus casas o pegarse un viaje y no para pagar la ropa que ya no sostiene su closet, comprarse un auto como el del vecino o el plasma de mil pulgadas con más warifaifas de las que puede controlar.

Miramos nuestra ciudad-real a través de una tele y pensamos que esas guerras campales de la Legua son otra de “Tarantino” o que “En la mira” se merecen un oscar como “Ciudad de Dios” …luego salimos a la tienda más cercana a reventar una “tarjeta-granada” y pasearnos entre artefactos luminosos y personajes de cartón tamaño natural que nos hacen sentir como en casa. Sonreímos de soslayo a la cámara de seguridad para completar nuestro tártaro reality, mientras el "flaite" de turno nos espera a la salida para protagonizar otro “buen programa de denuncia social”.

Tuesday, July 10, 2007

“Flema provinciana”


Advertencia preliminar: Con flema no me refiero a la mucosidad pegajosa que se arroja por la boca, procedente de las vías respiratorias, con cierta denominación de origen. Quiero más bien hablar de este raro epíteto, que por lo general se le enrostra a la pasividad y calma (hasta ahora sin igual) con que los ingleses se toman las cosas, con ese aire de superioridad, de encontrarlo todo como hediondo, con sus narices respingadas y aspecto solemne y seriedad a toda prueba. Bueno esta clasificación la hago por supuesto influenciado por malas películas y libros donde se parodian a estos flemáticos británicos, que por supuesto dista mucho de la realidad (creo).
Con toda esta introducción previa quiero llegar a unos de los mitos chilenos, que por estos tiempos está más tácito y más estúpido que nunca en nuestra forma de ser. Eso de ser los ingleses de Sudamérica, que yo atribuía a la costumbre de tomar té. Para serles franco no veía otra semejanza. Pero encontré otra actitud, igual de deformada que la del “tesito”, después de convivir con más de un centenar de sanfelipeños más de dos horas en la fila de un banco. Para hacer corta la historia, por razones X tuve la obligación de cambiar un cheque en este banco Z. Al llegar me encontré con una fila interminable, como una gran cuncuna zigzagueante de cientos de cabezas y de pies que se deslizaba con lentos movimientos peristálticos (nótese como movimiento de una babosa, lombriz, intestino grueso) Entrar por la boca de esta cuncuna y salir expulsado por su cloaca me llevó, sin exageración, dos horas y media. Pero lo más increíble de todo fue ver como las personas que constituían esta enorme cuncuna sedienta de plata, aguantaba con tanta “flema” el aburrimiento de más de 150 minutos moviéndose dos pasos cada 5 minutos. Era pura “flema provinciana”. No esa flema inglesa de nariz alzada y poto parado, era ese tipo de flema tímida, de manos en bolsillo y pateando pelusas en el suelo, resignada, aburrida, con esa mirada pseudoresentida que da la timidez, refunfuñando entre dientes como ese perro que sabe lo que es una patada en las costillas. Nadie era capaz de llamar al guardia y pedirle que gestionara otra caja para la fila de los “no clientes” que era la más lenta. La fila para clientes contaba también con dos cajas pero nunca pasaban de los 15 clientes en fila. Lo único que nos sacaba a ratos del tedio eran tres cabros chicos que se habían divisado entre las piernas del centenar cuerpos entumidos por el bochorno de la espera, que se perseguían jugando al laberinto, sin reparar seguramente en el hedor a sexo que se produce por la aglomeración de genitales a esa altura ineludible de la bendita niñez.
Era para llorar, pero nadie lloraba, era para reclamar pero nadie reclamaba. La pregunta: ¿cómo se desahogó toda esa gente? Echarían un insulto tras un volante, le pegarían una patada a un perro o al hijo, se pegarían un tiro en la cabeza?. O “es tan poderoso don dinero” que adormece la rabia una vez deslizado entre nuestros dedos. Por mi parte escribo esto para desahogarme. Sufro también de “Flema provinciana”.

Tuesday, July 03, 2007

NON SANCTAS o prohibido masturbarse (por ellas) hasta quedar ciego



Su voz, lo atroz, no su imagen por si sola, chancletea el cuerpo como calzones de tendedero. Con el tacón en la vulva y otro en el ano del tacaño proxeneta. La lujuria vendría sin vendas por parte de madre sin asco y tremendo delirio, por otra. Ojipintada, de espaldas al transito, su ano es túnel que el transeúnte cruza para extraviarse en el pobre estilo de la carne. No comas, no gimas, duele tu reino que es el espanto anidado en el calzón como joroba. Matices de un imperio procurándose una sucia luz de paradero, donde moscas son mariposas nocturnas cabeceando la entrepierna. Olor alquimia de consultorios, papeles al día. Por pocas lucas paraíso instantáneo en agüitas de relave, donde brotan primores, primores que son amores, amores que son luto. Sátiro, mancebo, cornudo, buscón, tusona. Tributo angelical
para un bruto original. Non sanctas de conventillo, bellamente peligrosas como la mandrágora, y aquí se viene la carne burbujeante como soda. Y por dios, sálvale Magdalena. El semen de un ahogado brilla en los escombros de su habitación de soltero.